Mens Concordet Voci
Honra a Dios con tu corazón y tus labios
el 7 Domingo del Tiempo Ordinario C
23 de febrero, 2025
Durante las últimas semanas hemos meditado sobre el valor pedagógico de los ritos litúrgicos cristianos. En esta misma línea, quiero ofrecerles un discurso del Papa Benedicto XVI que señala la importancia de comprender las palabras que decimos en la oración para que la liturgia pueda tener todo su impacto educativo en nuestros corazones.
Ratzinger inició su discurso afirmando que la celebración litúrgica es una conversación con Dios; por tanto, debe haber escucha y respuesta. Tras esa afirmación, recordó una hermosa enseñanza de San Benito:
San Benito, hablando en su Regla de oración en los Salmos, señaló a sus monjes: la mente está de acuerdo con la voz “la mente debe estar de acuerdo con la voz”. El Santo enseña que en las oraciones de los Salmos las palabras deben preceder a nuestro pensamiento. No suele pasar así porque tenemos que pensar y luego lo que hemos pensado se convierte en palabras. Aquí, en cambio, en la liturgia ocurre lo contrario: las palabras son lo primero. Dios nos ha dado la palabra y la sagrada liturgia nos ofrece palabras; debemos entrar en las palabras, en su significado y recibirlas dentro de nosotros, debemos sintonizarnos con estas palabras; de esta manera nos convertimos en hijos de Dios, nos hacemos como Dios. (Papa Benedicto XVI, Audiencia General. Plaza de San Pedro. Miércoles 26 de septiembre de 2012)
El Papa Benedicto nos recuerda el proceso natural del habla humana, que ocurre en la mayoría de los casos. Pensamos usando palabras interiores; es decir, nos expresamos a nosotros mismos nuestro propio conocimiento y cómo vemos las cosas espiritualmente. A través de las palabras exteriores comunicamos todo ese mundo espiritual interior nuestro en las conversaciones.
Hemos dicho muchas veces que no sabemos orar. Por lo tanto, no tenemos las palabras adecuadas para dirigirnos a Dios porque necesitamos aprender a pensar como Dios. La conversión cristiana es un cambio de mente (y de corazón). Nuestra mente necesita ser transformada para conformarnos a la mente de Cristo.
La liturgia cristiana nos ofrece palabras con la virtud de remodelar nuestro pensamiento, nuestra mente y nuestro corazón. En ese contexto, la enseñanza de San Benito, “la mente está de acuerdo con la voz”, muestra toda su sabiduría. El Santo enseña que debemos prestar atención a las palabras con las que oramos en los Salmos.
El libro de los Salmos en la Biblia es muy particular. Este libro es un testimonio de nuestra necesidad de ser educados para orar. Como sabes, todos los libros de la Biblia están inspirados de tal manera que aunque tienen autores humanos, al mismo tiempo son Palabra de Dios. La Iglesia es consciente de ambos hechos. De hecho, en la liturgia leemos, por ejemplo, un fragmento de una carta de San Pablo, y el lector introduce la lectura diciendo: “Lectura de la carta de San Pablo a…” Sin embargo, al final de la proclamación, el lector dice: “la Palabra del Señor”.
El Libro de los Salmos es un libro de oraciones, pero también es la Palabra del Señor. Por eso está inspirado. Dios inspira oraciones para que podamos entrar en la conversación de caridad con el lenguaje adecuado. Además, recitar atentamente esas palabras nos ayuda a aprender a pensar como Dios. Por eso san Benito recomienda prestar atención, seguir atentamente, comprender y hacer nuestras esas palabras.
El Papa Benedicto está extendiendo las enseñanzas de San Benito a la liturgia cristiana. Nuestras liturgias contienen la recitación de muchos Salmos y la proclamación de la Palabra de Dios. Estamos llamados a hacer nuestras esas palabras. Además de la Palabra de Dios, la liturgia ofrece oraciones que están en sintonía con la Palabra de Dios.
Con este punto, es importante hacer una distinción profunda entre la Palabra de Dios y las palabras de los ritos. Las palabras de los ritos no son la Palabra de Dios y tampoco creemos que sean inspiradas. El carisma de la inspiración es algo muy concreto y preciso. Sin embargo, profesamos en el Credo que nuestra Madre Iglesia es Santa. Eso significa que la Iglesia está en sintonía con la mente de Jesús. Ella piensa como su Esposo. Ofrezcamos otro párrafo tomado del mismo discurso del Papa Benedicto:
Al entrar en las palabras de la gran historia de la oración, nosotros mismos nos conformamos al espíritu de estas palabras y podemos hablar con Dios. En esta línea me gustaría simplemente mencionar uno de los momentos de la propia liturgia; nos llama y nos ayuda a encontrar esta armonización, esta conformación de nosotros mismos con lo que escuchamos, decimos y hacemos en la celebración de la liturgia. Me refiero a la invitación que el celebrante expresa antes de la Plegaria Eucarística: “"Con el corazón en alto" elevemos nuestro corazón por encima de la confusión de nuestras aprensiones, de nuestros deseos, de nuestra estrechez, de nuestra distracción. Nuestro corazón, nuestro interior, debe abrirse dócilmente a la palabra de Dios y debe ser recogido en la oración de la Iglesia, para recibir su guía hacia Dios desde las mismas palabras que escuchamos y decimos. (Papa Benedicto XVI, Audiencia General. Plaza de San Pedro. Miércoles 26 de septiembre de 2012)
Las palabras proporcionadas por la Iglesia en las oraciones litúrgicas también nos ayudan a conformar nuestra mente y corazón al Sagrado Corazón de Jesús para que aprendamos a orar como hijos de Dios. Esta reflexión tiene importantes consecuencias prácticas para nuestra vida espiritual.
Respecto a los ministros de la liturgia, como sacerdote que preside la misa, me doy cuenta de lo presuntuoso y ridículo que es cambiar las palabras del rito para improvisar alguna pobre oración. Si los sacerdotes hacemos esto, privamos al pueblo de Dios de las sabias palabras de la Tradición y su poder educativo, y las reemplazamos con nuestros propios pensamientos humanos.
Respecto a todos los participantes en la liturgia, agradezcamos que tenemos la posibilidad de celebrar los sacramentos y nuestras liturgias en un idioma que podamos entender, y no perdamos la oportunidad de prestar atención y meditar en esas palabras que usamos cada domingo para que moldeen cada vez más nuestra mente y nuestro corazón.
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