top of page

30 de marzo, Reflexión para el Cuarto Domingo de Cuaresma

Reflexión para el Cuarto Domingo de Cuaresma


En mis últimos dos años de seminario, fui asignado como seminarista y luego como diácono de transición en la Iglesia Católica Ascensión en Montbello, cerca del aeropuerto. Allí, tuve la increíble oportunidad de orar y ministrar a un grupo de la parroquia. El grupo se centró en el duelo por la muerte de un ser querido. Llegué a conocer a mucha gente de ese grupo y me hice muy cercano a algunos de ellos. Cierta familia del grupo estuvo y continúa estando muy involucrada en la parroquia. Llegué a conocerlos muy bien. Muchas veces daban testimonio de su vida y de cómo el Señor los llevó a un encuentro auténtico con Él y su amor. Todo comenzó cuando su hijo mayor murió en un tiroteo frente a su casa. Este trágico suceso provocó una gran conversión en la familia, pero en particular para la madre. Fue fascinante escuchar cómo perdonó a quienes mataron a su hijo e incluso les escribió mientras estaban en prisión. Quedó devastada cuando más tarde descubrió que quienes mataron a su hijo murieron en prisión. Fue increíble ver el efecto que tiene el amor y la misericordia de Dios en la vida de alguien. Este amor y misericordia es un reflejo de lo que vemos hoy en el Evangelio. 


En el Evangelio de hoy, nuestro Señor nos cuenta la parábola del hijo pródigo. Un hijo le pide su herencia a su padre y se marcha a un país extranjero donde lo gasta todo. Hay hambre en la tierra. Sin nada con qué sobrevivir, el hijo se encuentra trabajando con cerdos e incluso deseando comer lo que comen los cerdos. Reconoce su miseria y decide volver a la casa de su padre. El padre lo recibe con gran alegría e incluso lo exalta a una dignidad más alta que antes. Mientras tanto, el hijo mayor, que siempre fue fiel al padre, se enfurece y se niega a alegrarse por el regreso de su hermano. Esta parábola nos da una comprensión de nuestra relación con Dios y cómo su amor y misericordia están más allá de nuestra propia ignorancia y pecado. 


Algunos comentarios sobre esta parábola sugieren que el hijo pródigo, al pedir su herencia mientras el padre aún estaba vivo, deseaba que su padre muriera ya que la herencia se da a la muerte del padre. Vemos la gravedad de los deseos del hijo y de sus elecciones. Pero también vemos las consecuencias de esas decisiones. Se encuentra en una tierra lejana sin nada. Al mirarse a sí mismo, lo miserable que es, desea volver a la casa paterna donde hasta el ganado tiene más que suficiente para comer. Nuestra experiencia con el pecado es la misma. Nuestros pecados, aunque sean pequeños, siempre son una ofensa a Dios y dañan nuestra relación con nuestro Padre Celestial. Al igual que el hijo pródigo, podemos encontrarnos deseando lo que creemos que será mejor, pero ese nunca es el caso. Tratamos de encontrar la felicidad en las cosas y lugares donde Dios no está presente. Siempre nos encontramos en la miseria de nuestros pecados y nuestras malas decisiones. Pero es aún más terrible que a veces pensemos que estamos cómodos con nuestra miseria. Sin embargo, debemos tomar el ejemplo del hijo pródigo y pensar en cuán abundantemente buena es la casa del Padre. Cuando el hijo pródigo llega a la casa del padre, es recibido con amor y misericordia. Lo visten con las mejores ropas y el padre le regala un anillo. En la antigüedad, el anillo otorgaba autoridad para “firmar” o sellar documentos legales en nombre de alguien poderoso. ¡Al hijo pródigo incluso se le dio la autoridad del padre sobre sus posesiones! Sólo en Dios podemos encontrar la verdadera felicidad, la verdadera bondad y la verdadera realización. Durante este tiempo de cuaresma, tenemos la oportunidad de experimentar una verdadera conversión y acercarnos al sacramento de la confesión. La confesión nos da la oportunidad de regresar a la casa del Padre. Como el hijo pródigo, se nos da una dignidad superior, se nos reviste de nuevo con Cristo y se nos recibe como hijos e hijas del Padre. Ahora es el momento de buscar el perdón de Dios y perdonar a quienes nos ofenden. Si ha pasado mucho tiempo desde la última vez que confesamos nuestros pecados, ahora es el momento de hacerlo. Aquí en Presentación de Nuestra Señora, somos muy afortunados de tener confesiones todos los días de la semana (excepto los domingos). Os animo, mis queridos hermanos y hermanas, a buscar el amor y la misericordia de Dios en este gran sacramento.


-P. miguel mendoza

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo

Comments


¡Regístrese en Flocknote y ayude a nuestra parroquia a comunicar anuncios que sean eficientes para nosotros y convenientes para usted!

bottom of page